13. Unificación de Italia y Alemania
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La unificación de Italia y Alemania son dos procesos históricos importantes que tuvieron lugar en el siglo XIX y que marcaron una nueva era para Europa. Ambos procesos fueron impulsados por el nacionalismo y la búsqueda de autonomía y poder, dando forma a cómo conocemos hoy a estos países.
Unificación de Italia
La unificación de Italia, también conocida como el Risorgimento, fue un proceso que tuvo lugar entre 1815 y 1871. Antes de eso, Italia era un mosaico de estados independientes, con diferentes gobiernos e influencias extranjeras. El Congreso de Viena, celebrado tras la derrota de Napoleón Bonaparte, intentó restaurar el antiguo régimen, pero el sentimiento nacionalista ya estaba creciendo.
Los primeros pasos hacia la unificación italiana los dio el Reino de Cerdeña, liderado por el rey Víctor Manuel II y su Primer Ministro, el Conde de Cavour. Buscaron alianzas con otras potencias europeas, especialmente Francia, para ayudar a expulsar a los austriacos del norte de Italia. A cambio, Cerdeña cedió Niza y Saboya a Francia.
La guerra contra Austria tuvo éxito y la mayor parte del norte de Italia quedó unida bajo el Reino de Cerdeña. En el sur, el movimiento liderado por Giuseppe Garibaldi, conocido como la Expedición de los Mil, logró conquistar el Reino de las Dos Sicilias. Garibaldi, patriota y revolucionario, entregó los territorios conquistados al rey Víctor Manuel II, contribuyendo a la unificación italiana.
En 1861, Víctor Manuel II fue proclamado rey de Italia. Sin embargo, la unificación completa no se produciría hasta 1871, con la toma de Roma y la expulsión del Papa Pío IX. A partir de entonces, Roma se convirtió en la capital de una Italia unificada.
Unificación de Alemania
La unificación de Alemania fue un proceso que también tuvo lugar en el siglo XIX, liderado principalmente por Prusia y su canciller, Otto von Bismarck. Antes de la unificación, Alemania estaba compuesta por una serie de estados independientes que formaban la Confederación Alemana, dominada por Austria.
Bismarck, un político conservador y hábil diplomático, creía en la política de "sangre y hierro" para unificar Alemania bajo el liderazgo prusiano. Inició una serie de guerras para lograr sus objetivos, conocidas como las Guerras de Unificación.
La primera de ellas fue la Guerra de los Ducados del Elba en 1864 contra Dinamarca. Prusia y Austria salieron victoriosos, controlando los ducados de Schleswig y Holstein. Luego, Bismarck provocó la guerra austro-prusiana en 1866, que resultó en la exclusión de Austria de la Confederación Alemana y la formación de la Confederación de Alemania del Norte, liderada por Prusia.
La última etapa fue la guerra franco-prusiana en 1870. La victoria prusiana y la captura del emperador Napoleón III llevaron a la proclamación del Imperio Alemán en 1871, y el rey prusiano Guillermo I fue coronado káiser o emperador de Alemania. Alemania unificada.
En resumen, la unificación de Italia y Alemania fueron procesos complejos y tumultuosos, marcados por guerras, diplomacia y un fuerte sentimiento de nacionalismo. No sólo dieron forma a la forma en que estos países son hoy, sino que también tuvieron un impacto significativo en la historia y la política europeas.
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